miércoles, 27 de febrero de 2013

Toyota RAV-4 vs Kia Sportage, el profesor contra el alumno

Cuando se presentó, en 1994, el primer Toyota RAV 4supuso todo un revuelo. Lo cierto es que su imagen era bastante arriesgada, al igual que su planteamiento. Su nombre viene de “Recreational Activity Vehicle“, inaugurando así una categoría de automóviles que después se denominó SUV (Sport Utility Vehicle) para no utilizar la nomenclatura del modelo de Toyota.



A lo largo de sus 18 años ha ido creciendo en tamaño y versiones… y se ha vuelto un producto más “serio”. El actual es casi un Land Cruiser a escala y adaptado al asfalto gracias a sus suspensiones independientes.
Por su parte, el Kia Sportage también es todo un veterano, nacido precisamente el mismo año que su contrincante. Su primera generación no era muy efectiva, pero tampoco se podía definir como un SUV. Carecía de ese toque algo “chic” que lo alejase lo bastante de ser una herramienta de trabajo como para poder considerarlo un compañero para el tiempo libre. Su evolución ha sido la opuesta a la del RAV 4 y, en esta última generación, el Sportage es un vehículo de diseño muy llamativo, con unos interiores modernos, una madurez técnica y una calidad a años luz de su primera versión. Si al ver juntos un Rav 4 de primera generación y el último no parece que los separen 18 años, entre el primer Sportage y el último parece que, más que años, han pasado eones.

Nos vamos con el Kia Sportage y el Toyota RAV 4

Por fin llega el día de enfrentarme a estos dos automóviles y nada más acercarme a ellos se hacen patentes las diferencias entre ambos. Personalmente, la carrocería del Kia me resulta más llamativa. Su frontal con la gran parrilla cromada y las luces diurnas LED le otorgan una “cara” que no pasa inadvertida. En la vista lateral, el marco cromado de la puerta trasera también le da un toque personal que lo distingue de sus adversarios.
Por su parte, el frontal del RAV 4 (revisado hace apenas un año) se asemeja al de su hermano mayor, el Land Cruiser, y su silueta, aunque es equilibrada y me agrada, quizá carece de la personalidad y el toque exhibicionistade su oponente.
Los ajustes de ambas carrocerías son de gran calidad, aunque el aspecto del Toyota resulta más robusto, así como el tacto de los tiradores de las puertas, el peso de éstas… Hablando de ellas, el portón del maletero seabre lateralmente; es poco práctico, pero una necesidad si quieres poner la rueda de repuesto ahí. De lo contrario, con el peso de ésta no se podría abrir hacia arriba, como se hace normalmente.
El problema es que cuando aparcas en hilera, además de dejar mucho espacio detrás para poder abrir el maletero, no puedes acceder al mismo desde la acera, ya que la propia puerta cierra el paso (herencia del mercado nipón, donde se conduce por el lado contrario al nuestro). Esto hace que para cargar y descargar el Toyota RAV4 debas hacerlo desde el lado de la carretera -también puedes aparcarlo en sentido contrario, pero te arriesgas a una multa-.
Una vez dentro de ambos modelos, la impresión es la misma. El Kia Sportage tiene un diseño más cuidado: el salpicadero repite la forma de la parrilla delantera, la instrumentación es muy legible y los mandos se manejan con facilidad. Es funcional y, a la vez, algo llamativo. En el RAV 4 nos encontramos con un interior muy sobrio, mandos con un tacto que transmite algo más de calidad que los del coreano… Pero algunos detalles desentonan, como el marco de plástico de la consola central. También se nota que estamos en un modelo algo más veterano, ya que carece de “gadgets” como los intermitentes de triple destello que sí tiene su adversario.
El espacio interior es similar en ambos, si bien es cierto que en el Toyota contamos con los asientos traseros regulables tanto en inclinación del respaldo como longitudinalmente, algo que se agradece bastante. Esta versatilidad contrasta con el escaso margen que tiene el volante: para mi estatura (más de 1,80 m), se queda muy bajo y la postura de conducción no es todo lo cómoda que debería.
El maletero, una vez salvado su acceso, es mejor que el del Kia y, además, tenemos un amplio hueco bajo el suelo, consecuencia de llevar colgada de la puerta larueda de repuesto. Por cierto, ojo al aparcar, ya que ésta sobresale más que la defensa y, al ir más alta, es fácil “dejar nuestra huella” en el capó del coche que tengamos detrás. En el Sportage, el umbral está muy alto, obligando a subir demasiado los bultos. Carece de reborde, de modo que, si aparcamos en una pendiente, tendremos que tener cuidado al abrir el portón, porque algunas cosas pueden salir rodando (hablo por experiencia propia). Su poca altura reduce mucho las posibilidades de carga, que no se corresponden con el tamaño del coche.

En marcha con el Toyota RAV 4 y el Kia Sportage

Rápidamente nos hacemos con los mandos de estos dos SUV y emprendemos la marcha. El Toyota dispone del sistema de reconocimiento de llave, así que la metemos en el bolsillo, pulsamos el botón de arranque y comenzamos a movernos por la ciudad.
En el tráfico urbano, la buena visibilidad y el radio de giro nos permiten callejear sin problemas con el RAV 4. El único cuidado que debemos tener es la mencionada rueda de repuesto cuando maniobremos hacia atrás. Los amplios recorridos de suspensión se tragan los baches y las bandas reductoras de velocidad sin problemas, aunque el eje trasero resulta “algo seco”. Los consumos se quedan rondando los 8,5 l/100 km, un buen dato para el tipo de vehículo que llevamos.
En el Kia, todo resulta más fácil. El tacto de la palanca de cambios, por ejemplo, es mucho más suave, al igual que la dirección asistida, lo que -unido a la mejor postura de conducción- hace que me sienta más cómodo en el modelo coreano, pese a no contar con asientos de cuero. El motor de 1,7 litros de última generación saca ventaja de su menor cilindrada y deja los consumos un litro por debajo de su rival, una diferencia bastante grande. En defensa del Toyota, es justo decir que, además de su mayor cubicaje y potencia, cuenta con tracción a las 4 ruedas, frente a la delantera del Sportage.
Aprovechamos que tenemos dos modelos con cierto aspecto de todo terreno para hacer una ruta fuera del asfalto. En cuanto lo abandonamos, vemos que el Kia no está del todo preparado para estas lides. La ventaja del coreano frente a una berlina compacta en la conducción por caminos es su mayor altura libre, que evita tocar en alguna piedra del camino.
Las suspensiones, con estabilizadoras para asfalto, dejan alguna rueda en el aire cuando queremos adentrarnos en algo más complicado que una pista forestal; la tracción al eje delantero no tiene mucha capacidad de ascenso, lo que no hace recomendable enfrentarse a pendientes algo resbaladizas. Podremos bajarlas, eso sí, gracias al sistema de control de la velocidad de descenso.
El RAV 4, por el contrario saca su “verdadero yo” y demuestra una capacidad para rodar por el campo más que destacable, y eso que llevamos ruedas 100% para asfalto. Su sistema de tracción total reacciona rápidamente y nos saca de más de un apuro; aunque no tenemos reductora, el buen par de su mecánica y una primera algo corta nos permiten algunas licencias “trialeras”. Impresiona por dónde podemos meternos, siempre con sentido común y siendo conscientes de las limitadas cotas de altura, ataque y salida que tenemos. Aquí, el claro vencedor es el Toyota.
Volvemos a la carretera para continuar nuestro viaje y también notamos claras diferencias entre ambos modelos. El RAV 4 cuenta con una mecánica más potente, que nos permite adelantar con más seguridad y coronar los puertos con más desparpajo. Sin embargo, los consumos en autovía y a velocidad constante se disparan, con más de un litro de diferencia respecto al Kia (arroja una media de 6,3 l/100 km, lo que me ha sorprendido muy positivamente). Mientras, en el Toyota, conseguir un gasto de combustible que no se acerque a los 8 l/100 km nos exige mucho mimo con el pie derecho.
En cuanto al confort interior, ambos se mueven en franjas muy cercanas. Son bastante silenciosos y las suspensiones, aunque rígidas para corregir el balanceo que su alto centro de gravedad impone, resultan confortables gracias al generoso perfil de sus neumáticos. El Kia tiene un molesto ruido aerodinámico por encima de 110 km/h en el techo corredizo aunque esté cerrado, aunque me parece un problema de ajuste de esta unidad…
Por la noche, ambos cuentan con faros de doble parábola (elipsoidales en el Kia) y antinieblas delanteros. No son comparables al Xenón, pero no van mal. Personalmente, me ha resultado más cómodo para viajes nocturnos el Toyota, debido a la agresiva iluminación en rojo del tablero del Kia. Su tonalidad fatiga y, además, enmascara el posible aviso de los chivatos de avería, de idéntica tonalidad.

El Toyota RAV 4 y el Kia Sportage, sobre la pista

Aunque el Toyota está más adaptado para el campo que el Kia, lo cierto es que no se despega de éste en el circuito. Pese a su centro de gravedad y peso más alto, su mayor potencia y lo extremas que van ubicadas las ruedas (casi en las esquinas de la carrocería) le aportan un buen aplomo. La tracción total otorga una ventaja definitiva en cuanto regamos la pista.
Para poder seguir al RAV 4 en estas circunstancias, tendremos que suprimir el ESP del Kia (que, a diferencia del de Toyota, es completamente desconectable). De lo contrario, nos irá frenando y quitando el acelerador constantemente.
En la prueba de esquiva, ambos modelos dejan claras las limitaciones que su condición de SUV conlleva. Loscambios bruscos de trayectoria son inestables y el tremendo “balón” de los neumáticos “amenaza” con desllantar. Es el tributo que hay que pagar por disfrutar de este tipo de automóviles; afortunadamente, el ESP trabaja para que nuestra integridad no se ponga en peligro y logra contener la mayoría de estas reacciones.
Los frenos han mantenido mejor sus cualidades en el Toyota, demostrando más aguante frente a la temperatura.
Pese al mejor comportamiento del Toyota en el circuito, lo cierto es que la conducción resulta mucho más sencilla en el Kia. La postura es más cómoda y el tacto general sobre el asfalto resulta más satisfactorio. La ventaja del modelo japonés viene marcada por su tracción total y su superioridad mecánica.

Conclusión

Estos modelos tienen un enfoque completamente diferente, pese a pertenecer a la misma categoría. Ambos son SUV, sí, pero cada uno a su manera. El Toyota tiene el honor de ser el pionero de toda una nueva clase de vehículos y, curiosamente, es el que más se ha alejado de sus orígenes, ofreciendo un enfoque mucho más adaptado al campo que a la carretera. No es que vaya mal sobre el asfalto; al contrario, tiene un comportamiento excelente, pero a lo largo de sus sucesivas generaciones se han mejorado más sus cualidades off-road.
Su interior es espartano y sencillo, como el de un 4×4, y siempre lo tendremos presente mientras lo conducimos. Por contra, cada una de las sucesivas generaciones del Kia Sportage ha significado un salto enorme respecto a la precedente. El último tiene un aspecto muy atractivo y, desde su puesto de mando, la única diferencia respecto a una berlina es la altura desde la que vemos el tráfico. Sus cualidades “camperas” o para ir a la nieve no son mejores que las de cualquier berlina compacta convencional; la única ventaja es su mayor altura libre, que nos permitirá menos remilgos sobre los pasos de cebra elevados. Todo lo que sea adentrarnos en algo más complicado que una buena pista forestal puede acarrearnos problemas.
Si por tu trabajo o aficiones buscas un coche que te permita llegar a zonas algo complicadas, tu elección debería ser el Toyota Rav 4. Eso sí, prepárate, porque la factura no va a ser barata (ni por suprecio de compra, ni por sus consumos). Si simplemente te atraen los SUV por su aspecto de vehículo de mayor empaque, el Kia es el elegido, gracias a su diseño más moderno y mejor adaptación al uso en la urbe.

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